Si ya te diste un paseo por nuestra guía de viajes de septiembre, entonces es el momento. ¿Ya? ¿Qué tal suena la Costa Este de los Estados Unidos? A lo mejor te gustaría quedarte sin aliento ante las imponentes Cataratas del Niágara, o quizás prefieras darte un paseo por Orlando y descubrir la infinita magia y diversión que hay en sus parques temáticos. O, como algunos de nosotros, quizás lo tuyo sea la historia y las historias. Y mira que si hay una región que alberga mucha, muchísima historia, esas es la Costa Este de los Estados Unidos.
Un relato de 400 años.
La importancia histórica de la costa atlántica de los Estados Unidos se remonta al año de 1620 cuando los primeros peregrinos ingleses desembarcaron en Plymouth, en el actual estados de Massachussets. Ese primer asentamiento, del cual emergen elementos del folklore estadounidense, como la Roca de Plymouth o el Día de Acción de Gracias, fue la semilla que eventualmente se transformó en las 13 colonias que, llegado el año de 1776, dieron origen a la Estados Unidos moderna.
Hablar de la Revolución Americana es entonces hablar de la ciudad de Boston, capital del Estado de Massachussets. Eventos como la Masacre de Boston o la Fiesta del Té, son de los más icónicos y trascendentales en la historia temprana estadounidense, y hoy día es posible visitar los espacios donde se desarrollaron, y sentir los ecos de la historia que resuenan hasta hoy. La ciudad también alberga atractivos que se centran en lo académico, como Harvard o MIT; en lo deportivo, como el mítico Fenway Park; o incluso en lo televisivo, con el bar que insipiró la popular serie Cheers.
La Gran Megalópolis del Noroeste
A poco más de 300 kilómetros de distancia de Boston está una ciudad que no necesita presentación, pero que igual la haremos. La Gran Manzana, el Ciudad que Nunca Duerme, los Cinco Vecindarios…la Ciudad de Nueva York. Decir su nombre es conjurar un sin fin de lugares fundamentales: Broadway, Central Park, Yankee Stadium, El Empire State Building, el Edificio Chrysler, Wall Street…pero ¿sabías que Nueva York fue la Capital de Estados Unidos antes que Washington D.C.? Si has escuchado el musical de Broadway, Hamilton, seguro que conoces la historia. Si además quieres presenciar ese fragmento de la historia, solo tienes que dirigirte a Wall Street, y entrar al Federal Hall, primer capitolio del país y lugar de la primera inauguración presidencial. Si además te quedaste enganchado al mencionado musical, quizás quieras hacer una parada en Trinity Church, en la que está enterrado el prócer del billete de 10 dólares.
Si estamos hablando de lugares que fueron primero, es imposible que no mencionemos a Philadelphia. La ciudad del amor fraternal, literalmente, es sin duda la cuna de lo Estados Unidos. Fue precisamente en la casa estatal de Pennsylvania, hoy conocida como Independence Hall (Salón de la Independencia) donde no solo se firmó la famosa declaración de independencia, sino también donde unos años sería redactada y adoptada la Constitución de los Estados Unidos. También es el lugar donde descansa la famosa, y cuarteada, Campana de la Libertad. Claro, como buena ciudad grande, Filadelfia tiene mucho que ofrecer, como sus museos, su cocina y las escalinatas que sube Rocky Balboa. Sí, eso es el Museo de Arte de Filadelfia, junto al que también está la estatua del personaje que se puede ver en Rocky III. Toda una curiosidad.
Todos los caminos llevan a D.C.
Si la prioridad es la historia, entonces todos los caminos nos deben llevar inevitablemente a la capital, a esa metonimia del país mismo, Washington D.C. Como ya mencionamos en una entrada anterior, DC es una gran oportunidad para el turismo cultural gracias a los importantes museos que pueblan la ciudad, desde los más imponentes como la Librería del Congreso hasta los más inusuales como el Museo del Espionaje. Ahora, en lo que se refiere a turismo histórico, quizás no haya una ciudad que se le compare en los EE.UU.
La Casa Blanca, El Capitolio, el monumento a Washington, el monumento a Jefferson, el de la Guerra de Vietnam, el de la Guerra de Corea, el de Franklin Delano Roosevelt…y un largo etc. No solo sin imponentes estructuras, símbolos de poder u homenajes sentidos; sino también el escenario de momentos claves. Es lo que hace que, por ejemplo, el Monumento a Lincoln no solo sea una ofrenda al casi mítico presidente, sino también el telón delante el cual se emitió uno de los más notables discursos de la historia, el “I Have a Dream” de Martin Luther King, cuyo monumento ahora se erige en la misma zona.
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